viernes, 28 de marzo de 2008

LUCERO DE LA MAÑANA

Hoy siete de septiembre muy temprano en la mañana amanecí con el deseo de escuchar música de mi patria Venezuela; mientras tomaba mi baño matutino apresuradamente para comenzar mi jornada diaria, coloque mi equipo de música con una producción Venezolana donde Ilan Chester interpretaba “lucero de la mañana” del cantautor venezolano Simón Díaz, esta canción la escucho desde mis años de infancia, pero fue esta mañana que tomo otro sentido el mensaje que ella presenta, al conectarla con una lectura de mi clase de historia de teología latinoamericana.El texto que leía relataba la forma en que un esclavo cortejaba a una mujer atraído por el amor eros con el cual estamos dotados todos los seres humanos sin distinción de raza o credo. Este cortejo se daba con permiso de su amo o patrón ya que después de su larga jornada de trabajo caída la noche este esclavo salía a otro lugar (posiblemente otra hacienda o algo parecido) a visitar a su bien amada en medio de la oscura noche.No se si tendré la oportunidad de preguntarle a Simón Díaz si el pensaba en este contexto histórico al escribir la estrofa “lucero de la mañana préstame tu claridad para alumbrarle los pasos a mi amante que se va, si pasas algún trabajo lejos de mi soledad, dile al lucero del alba que te vuelva a regresar.”Pensé en mis compatriotas venezolanos que en los últimos años han tenido que decir adiós a sus seres queridos por partir en búsqueda de un futuro promisorio que les depare el sentido se seguridad de provisión de las necesidades básicas para una vida digna, que nuestro país les niega por una razón u otra. Ante esta realidad la estrofa compuesta por nuestro amigo Simón quizá se torne en el sentir de Félix y Dilia al ver partir a su hija Mirna a la tierra azteca, el de Mery y Eduardo al recordar a su nieto Diego donde por vía telefónica es el medio para la expresión de cariño, el de Mimina al pensar en la soledad de su hijo Leonardo e su transitar entre México y Texas donde pudo encontrar una plaza de empleo, o el de Stefany al derramar sus lagrimas donde no pudo tener a su tío Júnior en la celebración de sus quince y todo aquel que experimenta la tristeza ante la ausencia del ser querido. Disculpen mis amigos los cuales vivan esta triste experiencia cuyos nombres no aparecen en mi reflexión, pero hablo desde la experiencia observada en el último viaje a mi país Venezuela entre mis familiares, pero la periferia de este drama lastimosamente es tocante al que una vez dijo adiós (quizá el ultimo adiós) al final del pasillo de algún aeropuerto.La descripción observada fue un día mi realidad vivida, quizá con mucha mas incertidumbre en el destino que me esperaba que la de mis queridos familiares ya nombrados, ante esto tome la decisión firme de buscar de Dios como nunca antes, para mi sorpresa el se manifestó en mi vida como nuca antes y guió cada uno de mis pasos y hoy puedo disfrutar de la compañía de esos familiares que dijeron adiós un día al final de un pasillo, son los mismos que con sus brazos abiertos me reciben en el aeropuerto cada vez que los visito y ni les cuento la alegría de Ana (mi madre) que al verme partir un día aguantando sus lagrimas decía “yo se que es por tu bien”, frase que se a vuelto el consuelo de muchas madres.Lo conocido en ocasiones es inaguantable; pero muchas veces lo desconocido nos depara sorpresas agradables o no. Muchos esclavos que transitaban caminos oscuros por las espesas noches echaban mano de las luciérnagas, las cuales colocaban en ciertos envases amarrándolos a sus pies y con ellas alumbraban el camino, pero esa luz alumbraba solo para dar el siguiente paso, por lo que eran cuidadosos en cada uno de sus pasos; muchas veces en la búsqueda de la seguridad queremos ver alumbrado todo el camino a recorrer y la mayoría de las veces tenemos que depender de unos pocos centímetros alumbrados para dar el siguiente paso; Esto me llevo a desarrollar lo que yo llamo fe, no en las circunstancias ni la gente si no en Dios; ese Dios impalpable pero internalizado en mi vida y manifestado en mi andar.Él fue y es mi lucero de la mañana, que desde el ojo del huracán en Latinoamérica (Colombia) me permite disfrutar de la delicia de vivir con su direccion perfecta y poder compartir mis reflexiones con cada uno de ustedes y para ustedes.

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