domingo, 7 de marzo de 2010

La razón y la pasión como elementos presentes en la oración.

La razón aprieta mis manos, asegura mi cintura, me ajusta el calzoncillo, afirma mis pies, describe mis sentimientos, me dice lo que no y lo que si, contabiliza mis lagrimas y mis risas, me enseña que un mal rasgo de oleo en el lienzo se puede tapar con otro rasgo mejor; prepara una perfecta fiesta para un publico expectante. La pasión me provee de sentimientos seductores, que dan rienda suelta a mis manos, afloja mi cintura y me quita el calzoncillo, a mis pies los dirige a donde mi cuerpo y mi deseo son satisfechos, me da un contingente ilimitado de lagrimas y risas, me lleva a elaborar un dibujo apresurado donde no existe el borrador. Prepara una íntima fiesta para un público participante. Sin embargo las dos se encaran al son de la oración.

La razón y la pasión son vistas como elementos antagónicos, se puede observar en diversos sucesos donde la convergencia de las mismas supone el dominio de la una sobre la otra.
En este sentido la oración es uno de estos sucesos convergentes; la oración es considerada un elemento de capital importancia en el relacionamiento del ser humano con el ser supremo, es creída entre las formas de comunicación trascendental de mayor inscripción, llegando a convertirse esencialmente ejercitado por las colectividades religiosas. En relación al cristianismo se pueden observar diversas formas y maneras de oración donde la razón y la pasión se encuentran presentes. Considerando la acción antagónica entre estos elementos (razón y pasión) surge el siguiente cuestionamiento:
¿Cómo debe ser la dinámica adecuada entre razón y pasión en el acto de la oración?
Se ha predicado desde diferentes escenarios del cristianismo lo no confiable en la pasión de los sentidos, sino en la razón regida por lo bíblicamente correcto, sin embargo en la psiquis humana se encuentran las dos imposibilitando existir sin que estas sean parte constitutiva del ser, por lo que tanto los elementos racionales como los elementos emocionales no necesariamente hay que darles preeminencia el uno sobre el otro, sino por el contrario conectarlos y sujetarlos a la noción de “relación” que está en el fondo de toda “comunicación”, en este caso puntual de la oración.
Es de enfatizar que estos elementos son componentes de la psiquis del ser humano, como la oración es componente fundamental en casi todas las manifestaciones religiosas, entre ellas el cristianismo, por lo que “la ojeada a elementos vinculantes -a la oración- permite entender las renovadas tentativas que se han hecho por identificar religión y metafísica, y que hayan apostado por esa equiparación -de elementos constitutivos en ambas-.”[1] En este sentido se hace importante la comparación argumentativa respecto a la preeminencia que hacen las dos (razón y pasión) vertientes, el acto de la oración y la dinámica generada presencia de estos dos elementos en la oración.

¿Quien tiene la razón? es la pregunta en cuestión, la respuesta relevante esta entre Aristóteles y descartes.
La visión aristotélica considera que el hombre es el único animal que tiene manejo y disfrute de la razón, esto es lo que lo diferencia del resto de su entorno su articulación social con acción intencional y definida. “La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro animal gregario, es clara. La naturaleza, pues, como decimos, no hace nada en vano. Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra.”[2]
Un distintivo único en el ser humano para expresión de la razón según Aristóteles es la palabra; La voz es el conducto para expresar el dolor o el placer, a diferencia que la palabra es el conducto de expresión de la razón única y exclusiva del ser humano.[3]
Descartes aunque pertenece a la filosofía moderna, muy lejos y en algunos aspectos divergente con la filosofía aristotélica, es importante tomarlo en cuenta en el planteamiento del método, donde considera la “razón y el método”, al respecto deja sentado el origen de las cosas en Dios, y determina la seguridad de existencia en virtud de la capacidad de pensar y razonar, considerando que el hombre es una sustancia que piensa.
Puesto que ya sé que todas las cosas que concibo clara y distintamente pueden ser producidas por Dios tal y como las concibo, me basta con poder concebir clara y distintamente una cosa sin otra, para estar seguro de que la una es diferente de la otra, ya que, al menos en virtud de la omnipotencia de Dios, pueden darse separadamente, y entonces ya no importa cuál sea la potencia que produzca esta separación, para que me sea forzoso estimarlas como diferentes. Por lo tanto, como sé de cierto que existo y, sin embargo, no advierto que convenga necesariamente a mi naturaleza o esencia otra cosa que ser cosa pensante, concluyo rectamente que mi esencia consiste sólo en ser una cosa que piensa, o una sustancia cuya esencia o naturaleza toda consiste sólo en pensar.[4]
Descartes hace su concepción de razón en una época (siglo XVI) donde se dan eventos de incertidumbre; por un lado el sisma que vive el cristianismo católico con el surgimiento del protestantismo, por otro lado la religión y la ciencia son puestas en tela de duda. En este contexto Descartes hace de la razón el instrumento con el cual construye su teoría del método, lo que viene a ser una vía concreta de sentido y respuesta. Lo que se desea destacar que el planteamiento del método y la razón en Descartes en la época que se presenta dio una luz necesaria, sin embargo su posición pendular de considerar la razón sobre la pasión da paso a una falta de engranaje que se ve reflejada en las vivencias ser humano.

¿Que hago con esta pasión que me lleva a una excitación? pasa tiempo en oración me respondió mi amigo el pastor.
Desde la particularidad del cristianismo la oración es vista como un medio de sublimación de las pasiones, una ejemplo es: el individuo que pasa largo rato en un proceso de confesión, arrepentimiento y compromiso considerando la seguridad de haber sublimado sus pasiones, sin embargo basta salir del acto de oración cuando la pasión que se considera sublimada aparece nuevamente reclamando su espacio.
Aristóteles, para quien pasión y razón, su opuesto, son categorías accidentales del ser. “En este sentido aristotélico de pasión como pasividad o receptividad, «estar griposo» es una pasión. Sin embargo, le es connatural al término, también desde antiguo, el referirse a la emoción o a los deseo intensos o violentos. En la actualidad suele definirse como emoción o afectividad extrema, o reacción afectiva intensa a un estímulo.”[5]
Es tradicional, y no sólo en filosofía, enfrentar la razón a la pasión, de modo que normalmente debe entenderse que es propio de la racionalidad humana y de la vida ética sostener que la razón debe dominar sobre las pasiones. Pero la valoración de la pasión en sí misma es diferente según los autores y sus tendencias filosóficas.
En este sentido, Hume presenta en oposición al racionalismo el planteamiento de la razón como resultado del desarrollo de la pasión, sobrepone el elemento de la pasión como el que determina, delinea y elabora el esquema racional, de modo que no es la razón la que rige la vida sino la costumbre del acto y la acción que propone la pasión. En lo que Hume considera que el conocimiento se nutre de percepciones, estas percepciones son los sentimientos (por ejemplo amar, oír, ver, sentir, odiar, querer) que generan las ideas; por lo que las ideas son generadas por percepciones manifestadas en la palabra. Lo corriente en la filosofía es hablar del combate entre pasión y la razón, considerando la mayoría a esta ultima (la razón) como la realmente dominante, por lo que Hume se propone: “A fin de mostrar de toda esta falacia de la filosofía, intentare probar, primero; que la razón no puede oponerse nunca a la pasión en lo concerniente a la dirección de la voluntad”[6]. Esta afirmación da la preeminencia de la pasión sobre la razón al proponerse que: “la razón es y solo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio de obedecerlas.”[7] Sesgo firme, definitivo y pendular por parte de Hume.

¿Cómo le pido al creador? A través de la oración.
Es de considerar que “el creyente se abandona a Dios –en el acto de la oración- y con ello afirma su existencia. De esta actitud fundamental se sigue que él en el curso de su vida volverá siempre a dirigirse a Dios. En consecuencia el hombre creyente será también un hombre de oración.”[8] Ante esta consideración de vinculación entre la creencia en Dios y la oración como consecuencia se puede deducir el alcance de este suscripción de este acto.
La constitución de la oración como una de las bases estructurales de la mayor parte de manifestaciones religiosas, en relación al cristianismo se pueden observar declaraciones tales como: “Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe”.[9] Aunque lo que nos ocupa es la dinámica entre razón y pasión en el acto de la oración la relación que la misma guarda con otros elementos como el de la fe pueden dar respuesta de su dimensión su complejidad.

Razón y pasión al son de la oración.
En este binomio antagónico de Razón y pasión en la oración se han convertido en una frustración, por la sobreposición de la primera en la segunda, y viceversa, en el diario vivir posterior a la oración, ¿Que hacer ante este fenómeno? ¿Cómo debe ser la dinámica adecuada entre razón y pasión en el acto de la oración?
La frustración es producida en el individuo en el acto de oración, ya que en vez de entenderlo como un acto relacional entre él y el Gran Otro donde puede expresarse, lo ha convertido en un monologo de razonamientos donde las pasiones no son reconocidas como parte constitutiva y participante de las acciones del ser, sino como las que deben ser sublimadas durante este acto de la oración. En este sentido el individuo vive una dualidad que posteriormente lo lleva a una frustración, cuando en su día a día se encuentra con sus pasiones reclamando su espacio.
Las emociones y los afectos como parte constitutiva de la pasión son parte inherente del ser. Aunque la perspectiva de este razonamiento es filosófico y hasta cierto punto teológico cabe hacer mención lo que Rafael Prada plantea, al decir que: “la psicología del profundo explica que experiencias indisolublemente ligadas, complementarias y dramáticamente conflictivas; la prohibición y la trasgresión, al amar y sentirnos amados conseguimos prohibiciones”.[10] En lo que se comprende en el señalamiento de Prada es que la aparición de la pasión hace por consecuencia la presencia de una razón en manera relacional.
Manuel Úbeda, comentando el tratado de las pasiones de Tomas de Aquino, dice: “si despojáramos a la vida política, cultural, social y religiosa del hombre o de la sociedad de sus elementos emocionales y afectivos se convertiría en un conjunto inexpresivo.”[11]. O sea que, en un mundo carente de sentimientos y de afectos, no hubieran podido tener lugar las múltiples manifestaciones de la cultura.
A manera de ilustración encontramos la descripción de la pasión de Cristo donde se describe la pugna entre el deseo sentido y el deber de la razón; el deseo de pasar la amarga copa y la razón del deber ir a la cruz; La consideración de Pablo de tarso al concluir que “el bien que debo no hago sino el mal que no debo”; Un Lutero convirtiéndose en un obsesivo auto-castigador al vivir la imposibilidad del dominio de las pasiones doblegando las mismas a su razonamiento. En estos ejemplos se ven casos bastante descriptivos donde la convergencia de la razón y la pasión pareciera que presentaran una relación antagónica.
Considerando lo emblemático de estos tres ejemplos presentados, se podría inferir que ¿La pasión quiérase o no, se levanta y presiona cruelmente para seducir al individuo llevándolo a la más indeseable situación de desesperación? o al contrario ¿Por la misma emblematización de los casos donde se ve el “triunfo” de haber alcanzado el objetivo general trazado en la determinación de sus vidas, es la razón la que se levanta, arropando y dominando finalmente la pasión? Tales cuestionamientos no tienen intención de ser respondidos, la respuesta queda a investigación del lector. En este sentido especulativo, donde lo constitutivo del ser es inherente a él y que, tanto las pasiones como la razón convergen y se hacen presentes, es de considerar que estos iconos de la oración cristiana, no consiguieron la sobreposición de la una sobre la otra, sino mas bien conectaron y sujetaron a la noción de “relación” que está en el fondo de toda “comunicación”, en este caso puntual de la oración.
Es de razonar la pertinencia teológica de este fenómeno, ya que la oración en el cristianismo ha sido y es un elemento fundante de la fe que desarrollan, sin embargo al mismo tiempo se puede ver en una vía paralelamente cercana el desarrollo de una apatía a la misma, en lo que al autor del presente ensayo considera una posible causa las afecciones producidas por una inadecuado entendimiento y reconocimiento de la razón y la pasión inherentes en el ser humano y que hacen presencia en el ejercicio de la oración.
¿Cómo debe ser la dinámica adecuada entre razón y pasión en el acto de la oración? Es la centralidad relacional del ser humano con el ser trascendente no se diluya ante el dominio de la una sobre la otra buscando así sujetar la noción de “relación” que está en el fondo de toda “comunicación”, en este caso puntual de la oración.

Disculpe mi mala explicación pero no soy filosofo, ni teólogo, ni escritor; solo soy un soñador que desea disfrutar la bendición de la oración, sin que la razón y la pasión molesten mi comunión.
[1] SMITZ Josef, Filosofía de la Religión, editorial Herder 1987, Pág. 108
[2] Política, I, 1553 a (Alianza, Madrid 1991, p. 43-44).
[3] Ibid p 47-50
[4] DESCARTES René, Meditaciones metafísicas , editorial Aguilar, 1961 Buenos Aires, Meditación VI pág. 103
[5]Ibíd. pág. 250.
[6] QUINTON Anthony, Hume, editorial Norma, Barcelona, 1999, (T 413-558) pág. 64.
[7] Ibíd. Pág. (T 414-1560).
[8] WELTE Berte, Filosofía de la religión, editorial Herder, Barcelona 1982 pág. 190.
[9] http://www.devocionario.com/, oración de San Agustín de Hipona.
[10] PRADA Rafael, Profundamente Humanos Editorial San Pablo, Santafe de Bogotá 1998, Pág. 68
[11] UBEDA Purkiss, Manuel; Introducción al Tratado de las pasiones, en Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, p. 577. BAC, Madrid, 1965.