Nosotros los venezolanos tenemos más de una década
con una división política que se ha hecho presente en casi todos los escenarios
de nuestras dinámicas cotidianas. En este momento todos estamos a la
expectativa de lo que pasara el 7 de octubre en el terreno de las votaciones
presidenciales. Paradójicamente hoy nuestro sentir es común, “que gane nuestro
candidato,” sin embargo hay muchas otras cosas que nos hacen convergente, como
es el amor por nuestros hijos y el miedo que la inseguridad nos los arrebate;
el sin sabor que nos produce ver a nuestras madres que se agotan en el va y ven
de hacer rendir el alimento diario; la frustración de nuestros padres
desempleados o el padre que teme perder el empleo; la impotencia del empresario
rebuscador que su carga casi nadie va a comprar.
No se trata de mis hijos, mi madre, mi trabajito,
mi rebusque. Se trata de los hijos de María, la señora de las empanadas de la
esquina que de sus tres hijos le quedan dos; se trata de Domingo el contador
que se rebusca en su taxi de alquiler; se trata de Heberto, que las pocas ganancias
de su quincalla se la llevan las vacunas.
Se trata de que seamos una gran familia, como
familia nos interesemos unos por otros y para nosotros no deben existir los
hijos preferidos. No somos Rojas ni Blanco, SOMOS VENEZOLANOS con nuestra
diversidad de pensamiento que nos da el disfrute del mosaico que representa nuestra
libertad compartida. Por este sentir que nos unifica como venezolanos e
independientemente de la religión que profesamos somos hombres y mujeres
temerosos de Dios. Un temor que nos debe llevar a pedirle que tenga
misericordia de nuestra familia Venezolana e independientemente de nuestra identidad
política sea haciéndose Su voluntad y que nos use como instrumento de bendición
y unificación.
En la inmensidad de la sabiduría bíblica hay una
parte que dice que “el pueblo tiene el gobernante que se merece.” En este
sentido como venezolanos somos un pueblo que se identifica con el trabajo, la
familia y el respeto que sumados al deseo de avance le apostamos a la educación, la libertad de expresión y decisión dialogada.
Si estamos claros con nuestras innegociables señales
de identidad, entonces se trata de preguntarnos ¿Qué gobernante merecemos? ¿Está
en la agenda de nuestro candidato el desarrollo de las señales de identidad que
nos caracteriza y que determina nuestro destino como familia? Son pregunta que debemos de agendar en la
intimidad de nuestra espiritualidad antes de este 7 de octubre.
Mi amigo el mexicano no entendía mi palabrería y
es posible que muchos tampoco, pero si se identificaba con mi sentir de patria,
porque en su México lindo y querido al igual que en otros territorios se hace
presente cada día más ese venezolano talentoso en busca de la preservación de
la particularidad de su familia que lo obligó a separarse de la colectividad
heredada y compartida en el desvanecimiento de la seguridad de patria.
El 7 se trata de hacer de nuestra elección
personal una bendición colectiva.
A la distancia de las tierras y la cercanía del
sentimiento nacional.
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